En los tiempos del Antiguo Testamento, se le denominaba pacto a un acuerdo muy significativo entre dos personas. Los participantes a veces demostraban la sinceridad de sus juramentos haciéndose una cortada en las palmas de las manos antes de cerrar el trato con un apretón de manos. Algunos convenios duraban mucho más allá de la vida de quienes los iniciaron, los cuales impactaban la vida de familias durante varias generaciones, e incluso, de comunidades y países enteros.

Y en un momento muy especial, Dios mismo hizo un pacto con un hombre. En este mensaje, el Dr. Stanley nos guía a examinar el pacto de Dios con Abraham. El detalle y la precisión con que Dios cumplió sus promesas a Abraham y a sus descendientes, durante varios miles de años, es un testimonio de su carácter firme y de su amor por su pueblo.

¿Hasta dónde llega Dios para cumplir sus promesas? Hasta la cruz... y más allá. Como cristianos, ahora somos herederos de esas promesas. Cuando estudiamos los caminos de nuestro Padre y su pacto con nosotros, nos maravillamos ante la vasta evidencia de su fidelidad, y aprendemos a confiar más en Él.