Dar el brazo a torcer no es fácil para muchos de nosotros. Nos aferramos a nuestros planes y esperanzas para el futuro. Incluso después de ser salvos, tenemos nuestras propias ideas y expectativas en cuanto a cómo será nuestra vida como cristianos. Pero si queremos llegar a ser verdaderos seguidores de Cristo, necesitamos someter nuestra voluntad al Padre como lo hizo el Señor Jesucristo.

En este mensaje, el Dr. Stanley explora el modelo de humildad que vemos en la vida de Cristo, quien no vino a este mundo rodeado de la gloria de la realeza como se esperaba, sino que vino a servir. La noche antes de su crucifixión, oró no una vez, sino tres, diciendo: “No sea como yo quiero, sino como tú... hágase tu voluntad” (Mt 26.39, 42, 44). En los momentos más difíciles, podemos hacer esta oración como lo hizo el Señor, incluso más de una vez.

Humillarnos significa someternos a nuestro Padre celestial como el gobernante soberano de nuestra vida, y andar en obediencia a su voluntad. Es una entrega continua de nuestros deseos, junto con la búsqueda constante de los anhelos de Dios. No es fácil ni rápido, pero es el mejor camino de todos.