Cuando Jesucristo hablaba y oraba a Dios como su Padre, nos daba un vislumbre de la relación más bella y a la vez más indescriptible, pues Él y el Padre tenían una comunión absoluta y perfecta.
La unidad familiar es un objetivo al que todos podemos aspirar. Sin embargo, nuestra visión de Dios como nuestro Padre puede ser difícil por la manera de vivir y las acciones que vimos o experimentamos de un padre terrenal. Podemos proyectar sobre Él la imagen defectuosa de un ser humano.
En este mensaje, el Dr. Stanley habla de cómo nos convertimos en hijos de Dios y de cómo podemos relacionarnos con Él como Padre. Como creyentes, hemos sido aceptados por el amado y adoptados en su reino. Aprender a caminar en la seguridad de nuestra identidad es un reto de cada día. Pero entregar nuestra vida por completo a Él nos permitirá experimentar, quizás por primera vez, la bondad de un Padre celestial perfecto.
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