Antes de que una persona entrega su vida a Cristo, su corazón está endurecido por el pecado. Satisface sus necesidades de la única manera que sabe: por medios egoístas y pecaminosos. Pero una vez que se rinde a Dios, se vuelve sensible al pecado. Su antigua vida ya no le satisface más, porque tiene al Espíritu Santo viviendo dentro de sí.

En este mensaje, el Dr. Stanley explica por qué no debemos dejar que nuestro pasado nos abrume, y por qué el pecado debe ser un elemento extraño en la vida del creyente. Puesto que hemos sido revestidos con la justicia de Cristo, nuestras acciones deben demostrarlo.

No somos pecadores salvados por gracia; somos santos hechos nuevos en Jesucristo para caminar en santidad delante de Dios Todopoderoso. Es una decisión que debemos tomar cada día por medio de la renovación de nuestras mentes, y al recordarnos a nosotros mismos el poder que tenemos en Cristo.

Este mensaje es parte de la serie “Cómo descubrir nuestra verdadera identidad, Volumen 3”.